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GARY COOPER QUE ESTÁS

EN LOS CIELOS

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Año de estreno: 1980

Dirección: Pilar Miró

Guión: Pilar Miró, Antonio Larreta

Reparto: María Sampietro, Jon Finch, Carmen Maura

 

RESEÑA POR JAIME OVEJERO RODRÍGUEZ                                                                                            

Andrea (María Sampietro) es una exitosa realizadora de RTVE a punto de cumplir su sueño: rodar una película. En lo personal mantiene una deteriorada relación con Mario (Jon Finch), renombrado periodista, y se prepara para tener un hijo. Sin embargo, poco después de comenzar la película, todo se desmorona: su médico le informa de que hay que interrumpir el embarazo. Tiene una mola maligna que le obliga a operarse de riesgo. Andrea afronta los días previos a entrar en el quirófano con la incertidumbre de si sobrevivirá o no.

Rodada durante su embarazo y habiéndose sometido previamente a una operación por problemas en el corazón, Miró compuso en su tercera película esta obra de claro carácter autobiográfico, un relato conmovedor y meditativo, una suerte de elegía a la independencia, pero también una historia hondamente triste. La desgracia entra en la vida de Andrea, el alter ego de la directora, en tromba, creando una ruptura absoluta con su status quo. La protagonista ha dado forma a una existencia de inquebrantable independencia, tanto en lo personal como en lo profesional. Cuando parece haber alcanzado sus objetivos (dirigir su película), la operación trunca sus planes. Paradójicamente, el problema está dentro de su propio cuerpo. El cuerpo, entonces, deja de ser la materialización de Andrea y pasa a convertirse en algo ajeno: lo contempla en el espejo, le habla. Esta sensación pervive durante la obra, en escenas en las que voz e imagen se desincronizan, aparecen a otro ritmo, en otros momentos, separando a los personajes de su corporeidad. En otras ocasiones, un marcado simbolismo representa la relación de Andrea con su cuerpo: rompe unos huevos o aparece confusa ante un jarrón que podría representar su útero y ovarios.

Espoleada por las circunstancias, a Andrea no le falla su cuerpo, sino también las palabras. Alrededor de esta afonía, Miró construye las relaciones de la protagonista: incapaz de hablar de su situación a su pareja, a su madre o a su jefe, éstos se convierten en entes igualmente desincronizados. Mario, por ejemplo, le recrimina a Andrea su incapacidad para comprometerse en una relación, mientras que a nosotros, testigos de la subjetividad de la protagonista, el discurso de éste nos parece descontextualizado, raro, fuera de lugar. En la búsqueda de alguien con quien hablar, Andrea encuentra la solidaridad de personajes periféricos, como un cáustico actor o su casero, ante los cuales su voz logra aparecer, si acaso brevemente. En última instancia, recurre a su antigua pareja, Bernardo, “el amor de mi vida”. Nuevamente, voz y cuerpo aparecen desconectados, cuando, ante la incapacidad de reunirse con él, le graba una cinta de casete.

La película muestra una profunda nostalgia por la independencia perdida. Andrea, quien ha alcanzado el éxito profesional en un mundo masculino (la demografía de las escenas es impactante) y se ha mantenido emancipada de otras instituciones como la familia y el matrimonio, acaba recurriendo a ellas en esa búsqueda de palabras. Sin embargo, nada de esto funciona, quizás porque los personajes que encarnan estas instituciones no cesan de juzgarla y de desafiar esa independencia. Tampoco puede evitar ponerse en manos de la medicina, otra de las grandes instituciones patriarcales, personalizada en ese doctor tan sincero, tan involucrado y, especialmente, tan paternalista.

¿Y Gary Cooper? El héroe romántico aparece en la forma de recuerdos de infancia de Andrea, junto a un ejemplar de Mujercitas y las medallas del difunto padre. La colocación de los objetos resulta interesante, y más citando a la propia Miró: “Sólo él era lo suficientemente íntegro para acabar con una mirada con el miedo que me producían mi padre, las monjas y las amígdalas” (El País, 25 de noviembre de 1980). En medio de los objetos represivos, el actor parece mantener su halo mítico y tender una mano a la protagonista.

 

Para citar esta reseña, por favor usa la referencia: Ovejero Rodríguez, Jaime (2015): «Reseña de Gary Cooper que estás en los cielos», Gynocine Project , Barbara Zecchi, ed. www.gynocine.com

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