Año: 2000
Duración: 89 min.
País: España
Dirección: Judith Colell
Guion: Jordi Cadena, Isabel Clara-Simó (libro)
Música: José Manuel Pagán
Fotografía: Josep M. Civit
Reparto: Mercedes Sanpietro, Eulàlia Ramon, Eva Santolaria, Laura Conejero, Laura Cepeda, Carmen Balagué, Cristina Baeza, Marina Gatell, Anna Casas, Emilio Gutiérrez Caba, Julieta Serrano
Productora: Aureli de Luna
«Reseña de Nosotras» por Eva París
En el año 2000 la cineasta barcelonesa Judith Colell dirige su primer largometraje Nosotras [Dones], una obra basada en el libro de relatos Dones (1997) de la escritora valenciana Isabel Clara-Simó. Protagonizada por Mercedes Sanpietro, Eulalia Ramón y Eva Santolaria, entre otras, la cinta recibió el Premio Gran Angular a la mejor actriz (Mercedes Sanpietro) en el Festival Internacional de Cine de Sitges, y también fue ganadora de los Premios Butaca a la mejor película catalana. La película adapta una selección de los relatos que conforman el libro de Isabel Clara-Simó. Según Judith Colell, el guionista Jordi Cadena y ella seleccionaron aquéllos más cinematográficos: “Chocolatería La Suiza”, “Nike-Air”, “Que te lo pases bien, Reme”, “Amor de madre”, “Entre clase y clase”, “La foto”, “La presidenta”, “¡Ya te lo decía yo!”, “Si me quisieras” y “Mesa siete”. Además, incorporaron a uno de ellos otro relato de la autora perteneciente a la antología Historias perversas.
La película se construye mediante una estructura entrelazada que combina los distintos relatos a modo de historias o, como Colell afirma, de “vidas cruzadas”, aludiendo a la película Short Cuts de Robert Altman -traducida al español como Vidas cruzadas-, uno de los directores más admirados por la cineasta. Las historias están protagonizadas por mujeres de distintas edades y pertenecientes a diferentes clases sociales. Todas ellas viven en la ciudad de Barcelona, un espacio en el que la directora nos ofrece un mosaico de vivencias relatadas por voces femeninas que nos dan mensajes diversos, aunque todas ellas convergen en un mismo punto: la necesidad de darle voz a la mujer para que cuente su historia. Comienza con un plano general que nos sitúa dentro de una cafetería, donde dos amigas hablan sobre sus fracasos matrimoniales. Una de ellas está divorciada y la otra no quiere aceptar la propuesta de separación de su marido, porque le gusta la vida de casada y no soporta la idea de vivir sola. Confiesa que le da temor la separación porque, entre otras razones, no sabría mantenerse, ya que “no sabe hacer nada”. La amiga divorciada decide entonces ayudarla a planear una estrategia para recuperar a su marido y, a la vez, encontrar la manera de hacerse más independiente. Entonces, un paneo de cámara nos traslada a otra mesa, donde presenciamos otra conversación entre mujeres en torno a otro fracaso matrimonial. Una madre acusa a su hija de que su marido se haya enamorado de otra mujer, mientras la joven escucha los ataques de su madre en silencio. En la siguiente escena salimos de la cafetería y con una cámara frontal retomamos la conversación inicial de las dos amigas que finalizan el plan de recuperar al marido desenamorado. La cámara deja que estas amigas sigan caminando e inmediatamente nos encontramos a otra pareja de amigas adolescentes que se vuelven a situar delante de la cámara en otro plano medio. La sucesión de personajes femeninos que entran y salen del encuadre dan fluidez a este marco de historias intercaladas que incluyen cuestiones que van más allá de ser simples problemas personales y familiares. Es precisamente esta sensación de estar escuchando una voz coral la que le confiere a estas historias individuales y privadas una dimensión social y pública.
Al igual que los cuentos que adapta, la cinta de Colell pretende alejarse de los tópicos femeninos que, lamentablemente, siguen aún construyendo y limitando a la mujer en el nuevo milenio. Por esto, el abanico de mujeres representadas es amplio y diverso. Por un lado, tenemos a mujeres profesionales que se desenvuelven en un espacio laboral predominantemente masculino y, para mantener el respeto de sus colegas y el éxito profesional, sienten la obligación de dar una imagen de mujer dura y esconder su lado más personal y vulnerable. Por ejemplo, en una escena, vemos a una de ellas llorando desconsoladamente dentro del baño. Mientras se seca las lágrimas, se mira en el espejo y se dice a sí misma “No aflojes, Leo”. En el espectro opuesto tenemos a mujeres que dependen económicamente de sus esposos y se ven obligadas a aceptar el rol impuesto por ellos, quienes las consideran como objetos de su posesión a los que pueden menospreciar y maltratar. Paralelamente a la historia de la madre sacrificada se encuentra la de la madre castradora que se culpa a sí misma por no haberle enseñado a su hija a ser una ‘buena’ esposa, es decir, a aceptar los engaños del marido como algo natural en la relación matrimonial.
Otro personaje femenino que destacar es una mujer de mediana edad que deambula por las calles de la ciudad catalana y termina en un hospital donde la recoge su hijo. En una calle, donde coinciden varias de las protagonistas, vemos cómo esta mujer que aparenta ser una vagabunda se detiene delante de un escaparate donde hay una fotografía de una niña vestida con el traje de su primera comunión. Presa de la emoción al reconocerse en esa niña, comienza a gritar diciendo que es ella, pero los transeúntes la ignoran. Es una escena reveladora, pues funciona como el leitmotiv que recorre la trama, con el fin de hablarnos sobre la marginación social que sigue sufriendo la mujer. Si bien no sabemos cómo ha terminado en la calle mendigando, es una situación que, por ajena que pueda parecer, podría sucederle a cualquiera de las casadas cuyos maridos las privan del dinero familiar y amenazan con dejarlas.
La presencia de la mendiga, abandonada por su familia y por el sistema, nos advierte del grado de exclusión y vulnerabilidad al que sigue estando expuesta la mujer en los albores del siglo XXI. De hecho, el segmento que cuenta la historia de Andrea, protagonizada por Mercedes Sanpietro, es el que más se aproxima a esta posible situación de desamparo, cuando el marido le pide el divorcio y ella se encuentra sin trabajo, con una casa y dos adolescentes que mantener y una pensión ridícula. Las sesiones de terapia a las que asiste son particularmente relevantes para conocer la difícil realidad en la que vive este personaje. Habla de sus miedos más profundos ante unas relaciones familiares tremendamente abusivas. Le cuenta a su psiquiatra verdades muy íntimas y dolorosas en forma de monólogos, como la confesión de que “no quiere a sus hijos”, a quienes califica de malas personas.
La ausencia de un protagonismo masculino es notable en esta cinta. Los hombres quedan al margen de la representación y predominan las imágenes de sujetos masculinos violentos, incomprensivos, autoritarios y egoístas. Si bien se incluyen unos pocos ejemplos de sujetos masculinos que tienen un efecto positivo en las vidas de estas mujeres, como es el caso del psiquiatra de Andrea, sus voces están ausentes del discurso narrativo. De esta manera, la intención queda clara: la necesidad de darle voz a las mujeres para que cuenten sus historias. Tanto Colell como Clara-Simó nos recuerdan que esta sigue siendo una práctica poco común en el cine y la literatura, y es imprescindible crear una toma de conciencia de lo que significa ser mujer en los albores del siglo XXI en una sociedad todavía anclada en valores patriarcales.
El logro de esta película radica precisamente en eso, en construir una red de historias complejas a partir de diálogos que defienden discursos diversos e incluso contradictorios: la presencia de mujeres que aceptan e incluso defienden el rol de esposa y madre sumisa y atacan a las que quieren romper con este tipo de relación por considerarla tóxica e injusta se opone a la de mujeres que alientan a sus amigas a que abandonen a sus esposos maltratadores, o las ayudan a encontrar estratagemas para salvar el matrimonio y a su vez recuperar cierta independencia económica. En última instancia, existe un sin fin de situaciones en las que ser mujer condiciona todos los aspectos de sus vidas: desde las dificultades para compaginar el rol laboral con el familiar y los dobles estándares que existen en la sociedad para el hombre y la mujer, hasta el maltrato físico y la violencia sexual en manos del hombre.
A través de todas y cada una de estas miradas, Colell rompe con las etiquetas que estigmatizan a la mujer y construye un discurso femenino y feminista que pretende denunciar la situación de opresión de la mujer. Expone sus miedos y deseos y pone en cuestionamiento la feminidad como una construcción social, que continúa privilegiando el rol de la maternidad, limitando el significado de la identidad femenina y perpetuando el concepto de la culpa en la mujer. Si bien la mayoría de las historias carecen de un final feliz, es curioso que la cineasta ofrezca unos finales más amables y esperanzadores en sus historias, alejándose así de la versión más cruel y dramática de los relatos adaptados.
Para citar esta reseña, por favor usa la referencia: París, Eva (2020): «Reseña de Nosotras», Gynocine Project, Barbara Zecchi, ed. www.gynocine.com