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Dirección: Cecilia Bartolomé
Reparto: Amparo Soler Leal, Concha Bardem,
Cristina Alvarez, Iván Tubau, Julieta Serrano y Manuel Gas
Año: 1977 Duración: 93 min.
Guion: Concha Romero y Cecilia Bartolomé
Fotografía: A. Fortuny y José Luis Alcaine
Música: Carlos Laporta

 

RESEÑA POR ELISABET PALLÀS 

Enmarcada en el contexto de la Transición española y en clave feminista, ¡Vámonos, Bárbara! constituye un ejemplo desacomplejado y accesible de la Road movie. Retomando el modelo ya propuesto por Martin Scorsese en Alice Doesn't Live Here Anymore  (1974) –donde una mujer viuda y su hijo inician un viaje a través de Estados Unidos–, la cinta de Bartolomé propone el desplazamiento improvisado de Ana (Amparo Soler Leal) y su hija Bárbara (Cristina Álvarez), en una travesía cuyo objetivo final será la liberación personal y la adquisición de una nueva consciencia.

Ana, una mujer de mediana edad y de familia acomodada, resuelve separarse de su marido –de forma aparentemente acordada con él y en abierta oposición a su familia– tras una relación marcada por infidelidades (de él) y resignación (de ella). Aunque el marido jamás aparecerá en pantalla, su presencia intangible se percibirá progresivamente a lo largo de la cinta, en forma de llamadas agresivas y otros actantes enviados por él: abogados que la denunciarán por adulterio, la cancelación de la cuenta bancaria y la consecuente congelación de los activos económicos de Ana –pertenecientes todos ellos a la incorpórea presencia del marido– etc. Más allá del intencionado guiño de la directora, que señala el alarmante estatuto legal de la mujer y anticipa la acuciante necesidad de la Ley del Divorcio –que se aprobaría en 1981–, Bartolomé resalta de esta manera el poder de una estructura sociocultural que aprisiona a la mujer e impide su emancipación legal por medio de un espacio judicial marcado por valores sesgados y tendenciosos.

Ana constituirá un modelo de madre alejado del arquetipo literario convencional, en una posición abiertamente opuesta al carácter autoritario de su propia madre –a quien vemos al inicio de la cinta–  y marcada por cierta candidez y capacidad de negociación hacia su hija, con quien estrechará vínculos de forma progresiva. El reencuentro entre madre e hija, que se producirá paulatinamente a lo largo del trayecto, señalará el viaje –y el coche y la carretera– como los símbolos por excelencia de un proceso de renovación y autoconocimiento necesario para ambas. Ana y Bárbara consagrarán así su recién adquirida complicidad mediante la ejecución de “un pacto”, por el cual ambas accederán a contarse siempre la verdad. A través este pacto, que será quebrantado en múltiples ocasiones –como afirmará Bárbara, los pactos “están para saltárselos”– Bartolomé apuntará no solamente una relación entre madre e hija fortalecida, sino que también aludirá implícitamente a las circunstancias políticas y económicas del momento, Los pactos de la Moncloa (1977), durante los cuales se eliminaron muchas de las restricciones de la dictadura franquista –desaparición la censura, restauración de los partidos políticos y la libertad de expresión y asociación, despenalización de la infidelidad, y denuncia de los crímenes por tortura, entre otras–.

A lo largo de la cinta y presentando la realidad autóctona del país, Ana entrará en contacto con distintas esferas de su vida: desde sus amigas de juventud, chismosas y plañideras aunque siempre marcadas por cierto grado de pasividad, hasta su tía, que no dudará en vender a Ana y Bárbara a un marido que prefiere recuperar el coche de alta gama que dialogar con su familia huida. Paula (Julieta Serrano), por otra parte, constituirá un modelo de mujer alternativo –marcado por cierta marginación social– que supondrá para Ana un camino de apertura hacia otras estructuras sociales menos convencionales. En su estancia en casa de ésta, Ana flirteará y sucumbirá a los encantos de Iván (Iván Tubau), con quien compartirá un romance pasajero. En última instancia, sin embargo, también Iván tratará de reproducir los mismos mecanismos patriarcales para subyugarla, adoptando hacia el final de la cinta un tono autoritario y condescendiente en su trato con ambas. Por ello, la película cerrará con una Ana que, negándose a establecer nuevamente una relación de dependencia y sumisión frente a Iván, lo abandonará en una estación de servicio para proseguir su camino, a solas, con su hija y copiloto. 

 

Para citar esta reseña, por favor usa la referencia:
Pallàs, Elisabet (2015): «Reseña de ¡Vámonos, Bárbara!», Gynocine Project, Barbara Zecchi, ed. www.gynocine.com

¡VÁMONOS, BÁRBARA!

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